Artículo publicado en Rivas Actual:
Llevamos un tiempo observando cómo en los institutos de Rivas se están colando entidades transactivistas, como la COGAM, sin ningún tipo de formación pedagógica, a inocular su ideología anticientífica tanto en los y las adolescentes como en sus perdidos progenitores en sustitución de los obligados programas de coeducación.
Como feministas, desde luego, celebramos la lucha contra la lesbofobia y la homofobia, así como por la abolición de los estereotipos de género. Desde luego, un corte de pelo, la ropa, el maquillaje no define en absoluto nuestro sexo. Las feministas lo sabemos desde hace más de 300 años: el género es limitante y debe desaparecer. Nacer mujer u hombre no debe orientar nuestros gustos ni decisiones vitales, ni ser la razón de un mayor o menor alcance de oportunidades laborales o de cualquier tipo.
Pero nos preocupa que los espacios educativos se utilicen para introducir conceptos basados en sentimientos y no racionales, teniendo en cuenta que son espacios públicos y que su objetivo primordial está dedicado al saber basado en evidencia. ¿Dónde queda la evidencia cuando se habla de sentimientos? ¿dónde la objetividad? Porque, además, en estas charlas se presupone la falta de controversia. Los y las oyentes van a escuchar, no a debatir, no a contrastar ideas. Y si lo hacen, el ambiente se enrarece y corren el riesgo de ser tachados de “tránsfobos”.
No podemos aceptar que se exponga a familias y adolescentes, sin ningún tipo de recato, a falsedades tales como “existen mujeres inseminantes” o “hay niños con vulva” o “sentirse mujer es ser mujer” puesto que tal cosa es incontrastable y contradice toda lógica materialista. Decir que alguien se “siente mujer” o “siente hombre”, implica una suerte de alma o esencia interior “sexuada” (¿tal cosa es acaso posible?) o, en su defecto, hace referencia a los estereotipos de los que, precisamente, se pretende huir en dichas charlas.
Nos preocupa que se normalice que una niña, con 11-12 años, con posibles problemas de habilidades sociales, autismo o TDAH, quizá con cierto aire depresivo, escuche estas aseveraciones, y crea que “ser del otro sexo” (algo, por lo demás, imposible) podría ser la solución a su malestar sin mayor exploración. Esto está ocurriendo. Niñas en su mayoría, que, sin previo aviso, afirman “desde ahora soy Axel”, “me quiero cortar los pechos” “quiero usar un binder”. Que nadie se plantee las razones profundas y haya que aceptarlo sin más, como un acto de fe, nos parece inaudito.
La Dra. Lisa Littman realizó un estudio muy extenso en 2019 evaluando a progenitores acerca de sus hijos e hijas adolescentes con signos de inicio rápido de disforia de género a partir de la pubertad, llegó a la conclusión de que el 62,5% de los adolescentes presentaban algún trastorno de salud mental, el 82,8% eran chicas, el 41% habían expresado orientación sexual no heterosexual antes de identificarse como transgénero y en el 36,8% de los grupos de amistad la mayoría de sus miembros se identificaban como transgénero. Estos datos corroboran los existentes en UK, Suecia, Finlandia, Noruega y en España. De hecho, en todos estos países (pioneros en el tratamiento de terapias de afirmación de género) están dando marcha atrás en sus protocolos por falta de evidencia y de seguridad para los menores.
La precaria salud mental que están padeciendo nuestros jóvenes, el uso intensivo y sin control de redes sociales, el cada vez mayor impacto del transgenerismo en todos los ámbitos (series, tik tok, programas de TV, colegio, instituto, charlas, etc) les está pasando factura. Especialmente a ellas, ya que las niñas, por el tipo de socialización que existe a nivel cultural, se relacionan de mucho más gregaria que los niños y, por ello, están más expuestas a cualquier tipo de contagio social. Lo hay con las autolesiones, lo hay con la anorexia, con las ideaciones suicidas, y lo hay con el tema trans. El hecho de que en el mismo grupo de amigas haya varias “saliendo del armario trans” debería abrir los ojos a alguien.
Protegemos a las criaturas del tabaco, de las drogas, pero hay cierto interés en que no se les proteja de una fantasía que les puede conducir a un camino de medicalización de por vida. Casi el 100% de los niños y niñas que comienzan con la transición social (cambio de nombre ante su grupo social y ser tratado como el sexo elegido), siguen adelante con los bloqueadores y, más adelante, con las hormonas. No olvidemos que la industria farmacéutica es un negocio y la del transgenerismo es especialmente jugosa.
Los bloqueadores hormonales NO son reversibles, son medicamentos fuera de catálogo, EXPERIMENTALES, con graves efectos secundarios. Por ejemplo, pueden provocar que un niño o niña no tenga posibilidades de tener un orgasmo el resto de su vida, como afirmó Marci Bowers, mujer trans ginecóloga y cirujana estadounidense especializada en cirugías de afirmación de género. También se corre el riesgo de perder densidad ósea de forma irreversible, como le pasó a Leo, razón por la que el gobierno de Suecia decidió dar marcha atrás con los bloqueadores hormonales en su país.
Los bloqueadores hormonales fueron creados para castrar químicamente a los violadores. Se han usado para el tratamiento de la endometriosis con efectos secundarios terribles. Pero NUNCA se han hecho pruebas lo suficientemente contrastadas es para su uso en menores sanos, como afirma la Dra. Bradley en Canadá, que creó el primer centro dedicado a la transexualidad en Canadá.
Nadie cuenta que, según el estudio Dhejne, tras 10 años de tratamiento hormonal las posibilidades de intento de suicidio se multiplican por 19. Ni tampoco que los destransicionadores se convierten en parias por el mismo grupo que le empujó a avanzar en su transición o que no existen tratamientos ni paliativos para ellos. Se convierten en “daños colaterales” de una ideología anticientífica a los que nadie quiere escuchar, ni grupos LGTBIQ+ ni instituciones. Ni siquiera hay estadísticas sobre cuántos destransicionadores hay. Pero son muchos, solo en la red reddit/detrans ya son más de 45.000 usuarios desesperados, que ven como sus cuerpos, ahora sí, ya no son los suyos, y no pueden volver atrás.
Se sienten estafados, maltratados e incomprendidos por toda la sociedad. Una sociedad que les falló cuando estaban confusos porque en la inmediatez de todo, no se les hizo esperar, no se les dejó crecer y madurar antes de tomar decisiones que arrastrarían de por vida. ¿No podríamos evitar esto en nuestra juventud e infancia abogando por una mayor prudencia y espera?
Como mujeres feministas consideramos importante abordar un cambio de mentalidad que evite a nuestra juventud un futuro desolador.
Proponemos una reflexión sobre los siguientes puntos:
DIAGNÓSTICO: gran parte de estos niños y niñas tienen algún tipo de malestar emocional sin resolver ANTES de auto denominarse trans (autismo, TDAH, depresión, etc). Es FUNDAMENTAL ir a la causa. Hay que desestigmatizar los tratamientos de salud mental y dotarlos de recursos, no eliminarlos.
ESPERA: Darse tiempo para pensar y recapacitar. Actuar sin pensar, bajo la coacción del miedo a lo desconocido solo beneficia al Big Pharma.
CONOCIMIENTO DE LAS LEYES: además de la Ley Trans nacional aprobada, existen leyes trans autonómicas, aprobadas por partidos de diferentes colores, en todo el territorio español, salvo Asturias y Castilla y León. En ellas, se obliga a que en las unidades de género eviten la exploración psicológica sobre el auto diagnóstico de identidad de género en niños y niñas. Es decir, su cometido es AFIRMAR lo que diga el niño o la niña, desde el primer momento. Y, en algunos, incluso se dan hormonas en la primera sesión, como es el caso de Transit donde el incremento de jóvenes cada vez más jóvenes auto diagnosticados como el sexo contrario se ha descontrolado desde la pandemia de COVID. Ver gráfica
COMUNICACIÓN: Hay que tender puentes de comunicación con la juventud. Hacerles y hacernos muchas preguntas de lógica en relación con el sexo, con las consecuencias del porno violento con el que entran en contacto demasiado pronto, con la manera en que se ven a sí mismas en relación con el sexo contrario, con sus miedos, con la coeducación en definitiva… porque no es fácil hacerse mujer en una sociedad misógina. Y no es fácil hacerse un hombre sensible en una sociedad machista.
El movimiento woke aboga por cortar la comunicación y evitar ciertas preguntas de interés básico con la excusa de un posible “desencadenamiento de traumas”. Desde nuestro punto de vista es un chantaje para bloquear la lógica y crear inseguridad. Hacer y hacernos preguntas es la manera de aprender de los seres humanos. Y para eso debe haber libertad de expresión, como garantiza nuestra Constitución.
BASTA DE ESTEREOTIPOS SEXUALES: cortarse el pelo, jugar a cocinitas o coches, utilizar un tipo de ropa u otro no les convierte en una persona del sexo contrario, con un “cuerpo equivocado”. Son decisiones personales, gustos, coyunturales o no. Ponerse un binder sí es peligroso.
CUIDADO CON LA HOMOFOBIA INTERIORIZADA: La homofobia interiorizada puede conducir a que un niño o una niña crea que es mejor entrar en un proceso hormonal que le “heterosexualice”. Es más frecuente de lo que creemos.
CONTROL DE LAS REDES SOCIALES: Existe un gran número de adultos en redes sociales ofreciendo a nuestras y nuestros jóvenes ser su familia “alternativa” en el caso de que sus familias no acepten su “transición”. Mucho cuidado.
ANÁLISIS SOCIAL: Es importante que, como sociedad, nos preguntemos sobre la honestidad en relación con el transgenerismo y las mujeres y jóvenes. ¿Se está aceptando esta teoría en busca exclusivamente de su bienestar, se hace por miedo y coacción, se hace por intereses económicos? ¿Quién gana de verdad en esta ecuación? ¿Quién pierde?
Si quieres tener información verídica y contrastable o necesitas ayuda, puedes ponerte en contacto con https://www.amandafamilias.org
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